Con un planteo desde la transversalidad y estética vinculada a un cine polaco de antaño, el director y guionista Pawel Pawlikowski junto a Rebecca Lenkiewicz bucean en las profundidades de la historia de su país a partir de un relato anclado en la búsqueda de la identidad entre interrogantes y el rescate doloroso y traumático de la memoria histórica.
El retrato descarnado de La Polonia antisemita; la Polonia católica; la Polonia de la post guerra forma parte de este film nominado al Oscar como Mejor película extranjera y que fue rodado enteramente en blanco y negro con una ambientación meticulosa de los años 60. Sus valores estéticos surgen tanto de una cuidada fotografía a cargo de Lukasz Zaly Ryszard Lenczewski que explotan la expresividad del blanco y negro para lograr transmitir desde las imágenes cierta poesía.
La protagonista Anna -Agata Trzebuchowska- vive desde pequeña en un convento y se dispone a tomar los hábitos sacramentales una vez saldada la deuda moral con su pasado familiar al enterarse que en realidad ella es hija de judíos y que su nombre real es Ida, de ahí el título original del film. Para ello, la intervención de una tía, Wanda -Agata Kulesza-, ex jueza con la que retomará su pasado -pero también intentará conocer desde otro lugar- abre el camino hacia una road movie convencional en la que la escasa información llega en cuenta gotas para dar cabida a un cúmulo de tiempos muertos a los cuales se suman climas de agobio, en perfecta sintonía con la imagen y sus contrastes de claros oscuros.
Se puede encontrar en este opus del director radicado en Gran Bretaña una fuerte carga estética en el tratamiento de la imagen y la impecable dirección de un elenco sólido en el que destaca el duelo actoral de las dos principales actrices, quienes se complementan de manera extraordinaria. Resulta de sumo interés la transformación de la protagonista, un personaje bien construido desde la ausencia del pasado y la gradual metamorfosis a medida que toma contacto con sus orígenes, sus muertos y la necesidad de conocer la verdad a pesar de la dureza de Wanda.
Sin trazo grueso, la película del director Pawel Pawlikowski es un buen ejemplo de revisionismo histórico contemporáneo, carente de discursos grandilocuentes que no necesita pero que sobre todas las cosas no descuida la condición humana y el drama causado por las heridas de la guerra y el horror del holocausto.