El Teatro Colón presentó Rusalka, la ópera más conocida de Dvorak con una adaptación de la producción del teatro de Bellas Artes de México.
Rusalka es una ópera en tres actos con música de Antonín Dvorák y libreto de Jaroslav Kvapil, quien basó su relato en los cuentos fantásticos de Karel Jaromir Erben y Bozena Nemcová; así como en la leyenda de Rusalka -el espíritu que habita en mares y ríos-, o en el cuento La sirenita, de Hans C. Andersen.
La música que Antonín Dvořák compone para Rusalka, es una perfecta creación, producto de su larga vida de entrega al arte y una de sus últimas obras, ya que poco tiempo después de su estreno, el compositor encontró la muerte.
Rusalka es la ópera más conocida del compositor checo y su melodía, dulce y digna de un cuento de hadas, transita el dramatismo de manera intensa e impactante y representa con sus diferentes tonalidades los sentimientos exultantes de felicidad y amor y de desdicha y dolor. Rusalka es una obra atractiva y hasta podría decirse popular, la música en sí misma es de una exquisitez tal, que llega a ser aceptable incluso con desaciertos a la hora de su realización.
Rusalka relata la historia de una ondina del agua que renuncia al don de la palabra y a su inmortalidad para transformarse en humana por amor. realizado este sacrificio Rusalka regresa a su hogar luego de descubrir la dura realidad del mundo.
En el escenario, los movimientos sutiles de las cintas colgantes y esparcidas en perfecto círculo recrean un lago. En sus aguas, tres duendes danzan, suspendidas, mientras bromean con el duende del agua, Vodnik, padre de Rusalka. En el prado, a orillas del lago, Rusalka relata a su padre el motivo de su tristeza y éste, abrumado, le indica que solo Ježibaba, la bruja, podrá ayudarla. La ninfa invoca a la luna como mensajera para lograr el amor del príncipe, ya que si éste no la ama, ella lo perderá todo.
Una vez humana El príncipe, sin comprender demasiado la fuerza que lo impulsa, encuentra y lleva a su castillo a Rusalka. Durante este primer acto, encarado con el dramatismo que implica la elección de Rusalka de abandonar su mundo para seguir a su amor, los protagonistas crean el escenario romántico que propone la obra y encuentra su leitmotiv en el aria canción a la luna, de exquisita belleza, entonada por la soprano Ana María Martínez.
En el segundo la obra palidece, ya en el castillo la ninfa es una mujer que perdió su voz y empieza a descubrir el desamor del príncipe quien sorprendido a la vez que harto de la frialdad y falta de pasión de la mujer que eligió como esposa, cae en brazos de la Princesa extranjera. Vodnik es testigo del dolor de su hija y lanza una maldición al Príncipe.
Vuelve la intensidad de los intérpretes en el tercer acto, donde los actores resuelven la tarea de dar vida a la tragedia ya que Rusalka y el Príncipe se encuentran en el escenario que compartieran al inicio de su amor para vivir el oscuro final. En el tercer acto los protagonistas demuestran que entienden a Dvorak, la intensidad y la energía con las que el compositor infundió sus obras.
Esta puesta de Enrique Singer y dirigida por el canadiense Julian Kuerti, es una propuesta intimista, medida y centrada solo en los personajes principales. La Escenografía es de igual diseño que la propuesta por el Bellas Artes de México, compuesta por un prado y un lago que permiten recrear el movimiento y cuya vista desde la platea resulta atractiva.
Los personajes principales resultaron una combinación interesante que no llegó a lucirse. Rusalka es interpretada correctamente por Ana María Martínez pero no alcanza a realizar un gran aporte a un personaje que ya está constituido con exquisita belleza. El príncipe, interpretado por Dmitry Golovnin resulta suficiente, pero recién aviva la pasión, hacia el tercer acto cuando aparece desquiciado y suplicante. Elisabeth Canis por su parte, en el papel de Jezibaba, resulta una propuesta interesante ya que su porte escénico apoya su realización a nivel vocal, lo mismo que Marina Silva quien en su papel de Princesa extranjera, supera en caudal a la protagonista.
Sin lugar a dudas quien resalta en esta producción es Ante Jerkunica, quien encarna a un Vodník severo, poderoso a la vez que profundo y triste. El bajo croata realiza un trabajo soberbio en el escenario tan solo superado por su destreza vocal.
Rusalka es una creación poderosa y de música intensa, que hilvana la ópera con lo popular y crea una pieza deslumbrante con un desenlace maravilloso y trágico.
Sensibilidad y pluma puestas al servicio de una nota no apta para melómanos.