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    • Retinoico vs. Retinol: la confusión más frecuente en el cuidado de la piel y por qué muchas pieles “no cambian”

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    • Por la Dra. Florencia Paniego  – Médica dermatóloga MN94.996 IG 

      Por la Dra. Florencia Paniego  – Médica dermatóloga MN94.996

      IG @draflorenciapaniego

      Aunque la vitamina A es uno de los activos más estudiados en dermatología, su uso en el mercado general sigue atravesado por un malentendido persistente: creer que retinol y ácido retinoico son lo mismo. En consultorios dermatológicos y estéticos, esta confusión aparece como una de las principales causas por las cuales muchos pacientes sienten que “la piel no mejora”, a pesar de usar productos con buenos ingredientes.

      La diferencia entre ambos derivados no es menor. Impacta en la eficacia, en la profundidad de acción y en los resultados visibles. También influye en el tipo de piel, la tolerancia, el contexto hormonal, la edad y el estado de la barrera cutánea. Frente a un mercado sobrecargado de cosméticos, claims y promesas, el conocimiento correcto de estos activos resulta clave para orientar expectativas y decisiones.

      Por qué esta confusión es tan común: la promesa cosmética vs. la acción terapéutica

      La vitamina A se ha convertido en sinónimo de "antiedad", “recambio” y “textura perfecta”. Sin embargo, detrás de esa etiqueta conviven moléculas con comportamientos completamente distintos. Mientras el retinol es un activo cosmético de acción progresiva y más predecible, el retinoico pertenece al campo terapéutico y requiere diagnóstico.

      El problema aparece cuando el público interpreta a ambos como equivalentes. Esto lleva a dos consecuencias habituales:

      1. Expectativas irreales: Se espera del retinol lo que solo puede lograr el retinoico.
      2. Autotratamientos riesgosos: Se incorpora retinoico sin supervisión, sin evaluar tolerancia ni estado de la barrera, lo que deriva en irritación o abandono prematuro.

      La piel como órgano dinámico: por qué no responde igual en todas las personas

      La piel no es un soporte inerte que “recibe cremas”. Es un órgano activo que reacciona a:

      • estrés y cortisol elevados
      • cambios hormonales (ciclos, perimenopausia, androgenización)
      • exposición solar acumulada
      • contaminación y estilo de vida
      • calidad del sueño
      • clima y humedad
      • uso previo de activos irritantes
      • microbiota alterada o barrera comprometida

      Por eso, dos personas con la misma crema pueden tener resultados completamente distintos. El diagnóstico profesional identifica qué necesita esa piel en este momento, no en teoría.

      Retinol: una herramienta valiosa, pero muchas veces mal interpretada

      El retinol es, sin dudas, útil. Su uso constante puede mejorar la textura, otorgar luminosidad, acompañar procesos de despigmentación y promover un recambio celular más ordenado. Pero es un activo que prepara y estimula, no uno que transforma condiciones más complejas.

      Retinol: cuándo suma y cuándo no alcanza

      Suma cuando:

      • la piel está iniciando el uso de vitamina A
      • la barrera es frágil y necesita adaptación
      • se busca suavizar irregularidades leves
      • no hay inflamación activa
      • es parte de un plan preventivo o de mantenimiento

      No alcanza cuando:

      • hay acné inflamatorio
      • los poros están reactivos
      • la textura es marcada
      • existe daño crónico por UV
      • la barrera está alterada
      • se necesita acción clínica, no cosmética

      Pedirle a un retinol que actúe como un retinoico es la raíz de muchas frustraciones en los pacientes.

      Ácido retinoico: la molécula capaz de modificar procesos biológicos

      El ácido retinoico actúa directamente, sin conversiones. Por eso tiene impacto en:

      • la comunicación celular
      • la inflamación
      • la reorganización del estrato córneo
      • la normalización del folículo pilosebáceo
      • la síntesis de colágeno
      • la reparación del daño acumulado

      Es un activo que interviene. No acompaña: corrige.

      Por esta potencia, requiere prescripción y seguimiento. La dosificación, la frecuencia y la forma de aplicación se ajustan según:

      • tolerancia cutánea
      • historia clínica
      • estación del año
      • presencia de lesiones activas
      • coexistencia con otros tratamientos (peelings, láser, hidroxiácidos)

      Por qué muchas pieles “no cambian”: el fenómeno del pseudo-tratamiento

      En consultorio, los profesionales coinciden en un punto:
      muchas personas creen estar en tratamiento, pero en realidad están solo estimulando la piel.

      El uso aislado de cosméticos —por buenos que sean— no reemplaza un plan clínico cuando la piel necesita intervención. La sensación de “no me hace efecto” suele corresponder a:

      • activos mal seleccionados
      • falta de diagnóstico
      • barrera inflamada o comprometida
      • productos que estimulan, pero no tratan
      • rutinas desconectadas del objetivo real
      • insistencia con moléculas de baja potencia en casos que requieren terapia

      Una piel estimulada no es una piel tratada.
      Esa frase es central en la educación del paciente.

      La instancia clave: el diagnóstico profesional

      El diagnóstico orienta el plan. Evalúa:

      • biotipo y estado actual
      • barrera y microbiota
      • inflamación
      • hábitos que influyen en la respuesta cutánea
      • historial de tratamientos fallidos
      • tolerancia a los retinoides
      • objetivo real del paciente (no el supuesto)

      Solo después de esa evaluación se decide si la piel necesita retinol, retinoico, una fase de reparación previa o incluso evitar vitamina A hasta recuperar equilibrio.

      La estrategia por encima del envase

      La diferencia entre retinol y retinoico no se resuelve leyendo etiquetas.
      La estrategia terapéutica es la que determina qué molécula se usa, cuándo y cómo.

      En un contexto donde el consumidor está hiperexpuesto a tendencias —desde “retinol para todos” hasta rutinas exageradas— la guía profesional es la que garantiza seguridad, eficacia y resultados sostenibles.

      La vitamina A es una herramienta poderosa, pero solo transforma cuando se utiliza con criterio clínico.