La Vuelta del Malón: Un Ícono del Arte Nacional Argentino

La Vuelta del Malón, creada por el artista argentino Ángel Della Valle en 1892, ha sido reconocida como la "primera obra de arte genuinamente nacional" desde su debut en la vidriera de una ferretería en la calle Florida de Buenos Aires. Este cuadro, pintado con la intención de ser exhibido en la exposición universal en Chicago en conmemoración del cuarto centenario de la llegada de Cristóbal Colón a América, marcó un hito en la historia del arte argentino.

El cuadro fue presentado en varias ocasiones, destacándose en la Exposición Colombina, donde recibió una medalla de única clase. Su impacto fue inmediato, y en su regreso a Buenos Aires, se exhibió nuevamente en el segundo Salón del Ateneo en 1894. Della Valle logró plasmar en grandes dimensiones una escena que representaba un tema central de la historia argentina: el saqueo de los pueblos fronterizos y la violencia que caracterizó la larga guerra de fronteras contra las poblaciones indígenas durante el siglo XIX.

La técnica del óleo y el estilo naturalista y académico de Della Valle, influenciado por su formación en Florencia, se manifiestan en la obra a través del manejo de la luz y la pincelada. Se ha señalado la relación de su trabajo con los grandes cuadros históricos del español Ulpiano Checa, quien había abordado temas similares en la historia de España y el imperio romano. Sin embargo, La Vuelta del Malón se inserta en una tradición más amplia que incluye crónicas y relatos literarios sobre malones y cautivas.

Desde la década de 1870, el pintor Juan Manuel Blanes había explorado también el tema de los malones, pero ninguna de sus obras había alcanzado la difusión pública que tuvo La Vuelta del Malón. Esta obra se convirtió en la primera imagen que impactó al público argentino al abordar un tema de gran carga emocional y un significado político y social profundo. El cuadro no solo representa el conflicto entre los indígenas y los colonizadores, sino que también plantea una crítica a la narrativa de la conquista y el despojo.

Según el testimonio del crítico Julio Botet, el cuadro se inspira en un malón liderado por el cacique Cayutril y el capitanejo Caimán, aunque la ubicación exacta del episodio permanece en el aire. Sin embargo, más allá de la anécdota, La Vuelta del Malón se presenta como una síntesis de los tópicos que justificaron la "campaña del desierto" de Julio A. Roca en 1879, desafiando la glorificación de la figura de Roca y sugiriendo que la campaña de exterminio fue una culminación de la conquista de América.

La composición de la obra es notable por su claridad y precisión. La escena se sitúa en un amanecer, donde una tormenta comienza a despejarse, simbolizando el conflicto entre las fuerzas de la naturaleza y el malón. Los jinetes, que llevan elementos de culto, sugieren que han saqueado una iglesia, presentando a los indígenas como figuras demoníacas. La división del cielo y la tierra en la composición resalta la cruz y las lanzas, símbolos de civilización y barbarie, mientras que las cabezas cortadas en las monturas de los jinetes aluden a la violencia inherente al malón.

Uno de los elementos más comentados de la obra es el jinete que lleva una cautiva blanca, un fragmento que ha suscitado tanto admiración como crítica. La representación de la mujer ha generado debates sobre su aspecto "demasiado civilizado" en contraste con el resto de la obra, lo que añade una capa de complejidad a la interpretación de la pintura. En resumen, La Vuelta del Malón no solo es un testimonio del talento de Della Valle, sino también un reflejo de la historia y las tensiones sociales de Argentina, consolidándose como un ícono del arte nacional. Lo podes encontrar en el Museo Nacional de Bellas Artes.