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    • Está bien no saber todo: crecer también es confundirse

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    • Por Romina Halbwirth, psicóloga especializada en orientación vocacional e hipnoterapia (@hrominaok) En un mundo que parece exigir certezas a cada paso,...

    • Por Romina Halbwirth, psicóloga especializada en orientación vocacional e hipnoterapia (@hrominaok)

      En un mundo que parece exigir certezas a cada paso, ¿cómo le explicamos a un adolescente —o incluso a nosotros mismos— que no saber también es parte del camino?

      Sí: crecer también es confundirse, es dudar, es probar. Y eso está bien.

      Cuando el “me gusta todo” se siente como un problema

      Muchos padres llegan a la consulta preocupados:

      “Mi hijo termina el secundario y no sabe qué estudiar”,

      “Le gusta todo, pero no se decide”,

      “¿Y si elige mal y pierde tiempo?”.

      La idea de que a los 17 o 18 años uno debería tener el mapa perfecto de su vida es una de las mayores trampas culturales en las que caemos.

      La orientación vocacional no es solo elegir una carrera: es aprender a preguntarse quién soy, qué quiero experimentar, qué me despierta curiosidad.

      Y ojo: que te guste mucho algo hoy no significa que tenga que ser tu único camino para siempre.

      La presión social y los espejos del éxito inmediato

      Vivimos rodeados de espejos que nos muestran modelos de “éxito” rápido: influencers que parecen haberlo logrado todo a los 20, relatos de emprendimientos millonarios, presiones por alcanzar cierto estatus económico.

      A los chicos les llega el mensaje de que si no ganan bien, si no aseguran “la plata” o cierta estabilidad económica, entonces fracasaron.

      Pero muchas de esas imágenes son solo eso: imágenes. Detrás, hay adultos frustrados con sus empleos, personas atrapadas en trabajos que no disfrutan, carreras elegidas solo por la promesa del dinero, actividades sostenidas únicamente por necesidad, ocupaciones heredadas familiarmente como forma de allanar el camino.

      La orientación vocacional no viene a dar respuestas mágicas. Ayuda a descubrir, como digo yo, tu llamadón©: algo más profundo que una pasión o un talento aislado.

      El llamadón —esa combinación entre lo que te entusiasma (llama) y lo que sabés hacer bien (don)— se sostiene en el tiempo porque tiene propósito, porque está alineado con algo significativo para vos.

      Es tu huella singular, tu ¿para qué? (misión) y tu ¿cómo? (legado).

      Cambiar de rumbo no es fracasar

      Elegir una carrera y luego descubrir que no era lo que esperabas no significa que hayas fallado. Significa que estás afinando tu brújula.

      Además, las profesiones son vivas: cambian, evolucionan, se transforman.

      No es equivocarse: es adaptarse a los cambios.

      No es confundirse: es reenfocarse.

      Pasión y don no alcanzan solos

      Sostener una profesión con sus obligaciones y responsabilidades es muy distinto de tener un hobby.

      Un hobby nos apasiona, nos da disfrute, pero no tiene que sostenernos emocional ni económicamente en los momentos difíciles.

      En cambio, una profesión requiere que ese interés (llama) y ese talento (don) estén alineados con un propósito que le dé sentido incluso cuando las cosas están cuesta arriba.

      El llamadón nos hace recuperar la motivación en medio del caos.

      🔬 La ciencia lo respalda: trabajar alineado a tu vocación mejora todo

      Y no lo digo solo yo: un estudio realizado en el Instituto Tecnológico Superior Zacatecas Norte, México, encontró una correlación significativa entre la vocación profesional y el rendimiento académico de los estudiantes.

      Los resultados mostraron que quienes eligieron su carrera por vocación presentaron mejor desempeño académico en comparación con aquellos que lo hicieron por influencia externa.

      Fuente: Limones Casio, J., & Velasco López, G. S. (2023). La vocación profesional y el rendimiento académico de los estudiantes del Instituto Tecnológico Superior Zacatecas Norte. Ciencia Latina Revista Científica Multidisciplinar, 7(2), 3668-3685. https://ciencialatina.org/index.php/cienciala/article/view/16107

      Estos hallazgos refuerzan la importancia de descubrir y cultivar un llamadón auténtico: esa combinación alineada con un propósito que nos permite crecer, sostenernos y adaptarnos a lo largo de la vida profesional.

      ¿Sabías que cambiar de carrera es común?

      Según la Síntesis de Información Universitaria 2021–2022 del Ministerio de Educación de la Nación Argentina, el 23% de los estudiantes universitarios cambian de carrera dentro de los dos primeros años.

      De ese total, el 10,8% lo hace hacia una rama del conocimiento diferente a la elegida inicialmente.

      Fuente: Ministerio de Educación de la Nación Argentina. (2022). Síntesis de Información Universitaria 2021–2022. Departamento de Información Universitaria – DNPeIU – SPU. https://www.argentina.gob.ar/sites/default/files/sintesis_2021-2022_sistema_universitario_argentino_1.pdf

      Estos datos muestran que cambiar no es fracasar: es parte del proceso. Y refuerzan la importancia de una orientación vocacional temprana y continua que ayude a los estudiantes a explorar sus intereses, a construir confianza en sus fortalezas y a tomar decisiones alineadas con su proyecto de vida.

       El rol de los padres: acompañar, no proyectar

      En este proceso, el rol de los padres es clave.

      Muchas veces, sin mala intención, las familias proyectan en los hijos sus propios miedos, expectativas o frustraciones: las oportunidades que no tuvieron, el temor a que “no sean rentables con lo que eligen”, la preocupación por la estabilidad económica.

      Socialmente, hay ocupaciones con estigmas muy descalificativos: “si sos docente te vas a morir de hambre”, “para dedicarte a la música tenés que tener contactos”.

      Pero la verdadera preocupación no debería ser asegurarse de que el hijo elija algo “práctico” o “seguro”, sino darle recursos emocionales, confianza en sus fortalezas, conciencia de sus virtudes y de su potencial.

      La orientación vocacional no es solo un test ni una lista de carreras: es un espacio de exploración profunda que ayuda a los jóvenes a reconocerse, a conectar con su llamadón, a descubrir qué los hace vibrar y qué habilidades pueden desplegar en el mundo.

      Cuando acompañamos con amor —no desde el miedo— ayudamos a que los adolescentes crezcan con una brújula interna firme, capaz de sostenerlos frente a los desafíos del camino.

      Los animo a reflexionar:

      ¿Ustedes son los mismos que a los 20 años?

      ¿Sus carreras u ocupaciones se mantuvieron iguales, o se adaptaron a las circunstancias?

      ¿Su poder adquisitivo es igual al que tenían hace dos décadas?

      No se trata de ser millonario ni de llegar justo a fin de mes. Se trata de reconocer cómo ha evolucionado su propio recorrido laboral. Exigirle a un joven de 17 o 18 años todas las respuestas que aún no tiene —que debe descubrir y construir— es anular su potencial.

      Si a Einstein lo hubieran obligado a estudiar gastronomía, probablemente no habría brillado.

      Si a Bizarrap lo encajamos en bioquímica, seguro también habríamos desperdiciado un talento.

      Porque al final del día, no se trata de que elijan perfecto, ni de que nunca se equivoquen.

      Se trata de que tengan el coraje de explorar, de probar, de descubrir.

      De que sientan que no caminan solos.

      Acompañar a un hijo no es marcarle el camino: es darle la confianza para que pueda construir el suyo.

      No hay éxito más grande que verlos crecer seguros de su llamado, de su propósito, de su capacidad de dejar una huella única en el mundo.

      Porque crecer también es confundirse…

      y eso está más que bien.

      El mayor regalo que podemos darles no es un mapa fijo, sino el coraje para construir su propio camino.