• ENTRETECHISME
  • LA VIDA MODERNA DE ANALIA
  • VIAJAR CONSENTIDOS
  • SOLO PARA SIBARITAS
  • VEO MARAVILLAS

  • Actualidad
  • Opinión
  • Empresas y Protagonistas
  • Estilos de Vida
  • Espectáculos
  • Especiales
  • Staff
    • León XIV inicia su pontificado en una emotiva misa en el Vaticano

    • Autor: Analia Pinto
      Última Actualización: 2025-05-19 - 14:21:00
    • CQAP Medios brinda este servicio de forma gratuita. Si comparte el link para hacernos conocer entre sus amigos nos brinda una gran ayuda para continuar trabajando.
    • La ciudad del Vaticano fue el escenario de la misa de inicio del pontificado de León XIV, un evento lleno de simbolismo y emoción que reunió a miles de fieles.
    • El domingo 18 de mayo, la ciudad del Vaticano se convirtió una vez más en el centro espiritual del mundo. Desde las primeras horas de la mañana, una multitud colmó la Plaza San Pedro para participar de la misa de inicio del pontificado de León XIV, celebrada a las 10:00, hora local. No era una jornada cualquiera: se trataba de uno de los eventos más esperados de la Iglesia Católica, cargado de símbolos, emoción y significado histórico.

      Millones de fieles siguieron la ceremonia por televisión o desde dispositivos móviles. Era la primera vez que León XIV presidía una celebración litúrgica como nuevo Papa, y lo hacía cumpliendo con cada parte del ceremonial que marca el inicio formal de su ministerio petrino.

      Fue una misa solemne, cuidadosamente estructurada según el ceremonial previsto para estos eventos, pero también profundamente humana, cargada de emoción. Desde los primeros planos de la televisión, se intuía el carácter irrepetible del momento: una Plaza San Pedro colmada por fieles, peregrinos, congregaciones religiosas, voluntarios del Año Jubilar y representantes de más de 150 países del mundo, todos reunidos para dar la bienvenida al nuevo pastor de la Iglesia Católica.

      La misa comenzó con la procesión solemne de cardenales, obispos y patriarcas de las Iglesias Orientales. Como marca la tradición, el Papa descendió previamente a las grutas vaticanas para orar ante la tumba de San Pedro. La procesión portaba los símbolos pontificios: el palio —tejido con lana de cordero bendecido, símbolo del Buen Pastor— y el anillo del Pescador, que León XIV recibió más adelante como sello del nuevo ministerio.

      Las Laudes Regiae acompañaron la entrada triunfal del Pontífice a la plaza. Cientos de miles de personas coreaban los cantos, muchos con lágrimas en los ojos. La presencia de familias, jóvenes, religiosos de todos los continentes y voluntarios jubilares le dio al acto una dimensión universal y profundamente espiritual. Los cantos en latín, seguidos por los fieles con naturalidad y devoción, generaron una atmósfera conmovedora, tan antigua como viva.

      Entre los presentes, destacaban representantes de casas reales, jefes de Estado y figuras diplomáticas. El presidente de Ucrania, Volodímir Zelensky, entre otros, asistió en medio del fuerte llamado del nuevo Papa a la paz. La coincidencia de esta celebración con el contexto del Año Jubilar 2025 reforzó la carga simbólica de la jornada.

      Tras los ritos iniciales, llegó uno de los momentos más esperados: la homilía de León XIV, su primera al frente de la Iglesia. En ella, el Papa combinó tradición y mirada contemporánea. Citó a San Agustín, recordó con gratitud al Papa Francisco —que desde el cielo nos acompaña— y convocó a la unidad, la concordia, y a no caer en el clericalismo ni en el orgullo eclesial. Una Iglesia que se encierra en su pequeño grupo, que se siente superior al mundo, no puede ser fermento de reconciliación, afirmó.

      Destacó que el amor oblativo es el verdadero signo de autoridad, que la caridad debe ser el centro de la misión y que el nuevo tiempo reclama una Iglesia que escucha, que camina con todos, que ama sin excluir. Fue un llamado directo al compromiso, y a construir —entre la diversidad— una Iglesia que anuncie con alegría el amor de Cristo.

      Finalizada la homilía, se produjo la entrega del palio y del anillo del Pescador, en un gesto solemne que selló el inicio visible del nuevo pontificado. Luego, representantes de todo el Pueblo de Dios —obispos, religiosos, laicos, jóvenes y matrimonios— prestaron su juramento de obediencia al nuevo Papa, representando la comunión eclesial universal.

      El cierre litúrgico, con el canto del Regina Coeli, fue un clímax de espiritualidad colectiva. La plaza entera —y el mundo entero, a través de las pantallas— vibró con una mezcla de alegría, emoción y esperanza. León XIV, visiblemente conmovido, pidió el don de la paz y la intercesión de la Virgen, estrella del mar, madre del buen consejo, para aliviar el sufrimiento de tantos pueblos heridos por la guerra.

      Así comenzó el pontificado de León XIV, en la solemnidad de un rito que une siglos de tradición con los desafíos del presente. En la voz de un joven Papa que —con humildad, firmeza y dulzura— asume el timón de una barca llamada a navegar los mares más complejos del mundo contemporáneo.