Visitar el Dpto. General Felipe Varela, ubicado al oeste de la provincia de La Rioja, es adentrarse en un destino donde la tradición y la naturaleza se entrelazan para ofrecer una experiencia única. Con una rica herencia cultural, reflejada en sus técnicas ancestrales de tejido y su floreciente industria vitivinícola, esta localidad invita a los viajeros a descubrir paisajes cautivadores, disfrutar de la hospitalidad local y sumergirse en la autenticidad de sus sabores y costumbres.
La localidad de Santa Clara, en la región de Guandacol, resguarda una joya de la historia y cultura local: La Casona de Los Fajardo. Este edificio centenario alberga una tradición ancestral, el tejido en telar criollo de palo plantado, transmitido a lo largo de generaciones por la familia Fajardo. Los Fajardo, conocidos por su habilidad en el arte del tejido, han preservado las técnicas heredadas de los pueblos originarios. Abuelos, padres, nietos y bisnietos han continuado con la tradición, utilizando tintes naturales extraídos de plantas locales como la jarilla y el chañar, para teñir las fibras de lana de oveja, que es el principal material empleado en la actualidad.
En Guandacol, un pueblo con una rica vida cultural, se encuentra una cooperativa integrada por mujeres conocidas como teleras. Ellas, herederas de este arte, transforman la lana en productos únicos como mantas, ponchos y pullos, siguiendo los conocimientos transmitidos por sus mayores. La identidad de General Felipe Varela también se refleja en sus sabores, particularmente en la producción vitivinícola que ha otorgado reconocimiento a la región. Con cinco bodegas ubicadas en Villa Unión, Los Palacios, Guandacol y Aicuña, se ofrece una experiencia única a los visitantes que desean explorar los aromas y sabores de los vinos riojanos.
Entre las bodegas destacadas, la Cooperativa La Riojana se encuentra sobre la Ruta Nacional N° 76, cerca de Villa Unión. Aquí, los visitantes pueden adquirir una variedad de productos, desde aceites hasta vinos y espumantes, todos elaborados con dedicación y calidad. A 60 km de Villa Unión, en Aicuña, la Bodeguita de Aicuña sobresale por su ubicación pintoresca y su oferta de vinos únicos. Administrada por una cooperativa local, esta bodega brinda una experiencia íntima donde los visitantes pueden conocer la historia detrás de cada botella y degustar vinos excepcionales en un entorno natural que parece sacado de un cuadro.
En Guandacol, Bodega Las Jarillas se destaca por su producción artesanal de los Vinos del Juglar, elaborados en un valle con una rica historia y tradición frutícola. Los propietarios reciben a los turistas con una cálida hospitalidad, invitándolos a descubrir los secretos de sus vinos en un ambiente familiar y acogedor. La Bodega Haras San José, ubicada en el barrio San José de Villa Unión, es un testimonio del legado vitivinícola local. Situada en una antigua casona de adobe, esta bodega se especializa en vinos varietales elaborados con uvas cultivadas a más de 1.100 metros sobre el nivel del mar. Los visitantes pueden disfrutar de visitas guiadas y degustaciones en un entorno que respira historia.
Finalmente, en Los Palacios, la Bodega Familia Sacavino Arrieta ofrece una experiencia enoturística única. Desde la reconstrucción de una antigua viña en 2011, esta bodega ha florecido, produciendo vinos de la variedad torrontés riojano. Los visitantes pueden disfrutar de cenas tempranas y tapeos, acompañados de un recorrido guiado por la historia y el paisaje circundante. A solo 30 kilómetros del Parque Nacional Talampaya, Pagancillo es la localidad más cercana al principal atractivo de la provincia de La Rioja. La localidad ya viene ofreciendo servicios básicos al visitante, como alojamiento, gastronomía, productos regionales y cajero automático.
Y ahora, suma una propuesta más para quienes buscan entornos de naturaleza y mayor tranquilidad. Desde la secretaria de Turismo municipal se presenta un nuevo circuito turístico denominado Pagancillo Viejo. Este recorrido permite a los visitantes explorar fincas con vides y frutales y al mismo tiempo descubrir la manera de vivir de los primeros habitantes a través de sus antiguas construcciones. El sendero atraviesa abundante vegetación nativa y por el camino es común observar aves y otros animales autóctonos. Al final del recorrido, unas viejas construcciones con una antigüedad cercana a un siglo, permiten reconstruir historias, contar leyendas y transmitir aspectos muy arraigados de la cultura de esta pequeña pero cálida comunidad.