La década de los ochenta se ha convertido en una inconmensurable cantera de nostalgia utilizada por la malvada empresa de la N Malvada (Netflix para los mortales) con la intención de llenar nuestras pantallas con secuelas que aprovechan los recuerdos de nuestra más tierna infancia para robarnos un segundo más de nuestra tan preciada atención que, para los que utilizan TikTok, simplemente no vale nada.
Pero pongamos un poco de contexto, cuando pensamos en cultura norteamericana de la década del 80, pensamos esencialmente en producciones de super acción, donde un héroe atrapaba al villano a fuerza de disparos y explosiones. Durante la década Películas como Comando, Rambo o Desaparecido en accion dieron forma al héroe musculoso que, con pocas muy palabras y muchas balas, salvaba el día y demostrando que el concepto de América (algo así como un Estados Unidos Ideal) era el paladín de todo lo que estaba bien el mundo.
Ese universo, de una América perfecta y poderosa, propuso una narrativa que, a pesar de funcionar en la taquilla mundial, creaba en el mismo pueblo estadounidense una alineación cultural al no reconocerse a sí mismo ni en los bíceps de Arnold Schwarzenegger ni en los movimientos coreografiados de Chuck Norris.
Esa alineación se cruzó con la batalla cultural que entonces se libraba, y que no era muy diferente a la actual, creando un enfrentamiento entre el habitante promedio del centro de Estados Unidos que veía cómo su trabajo empezaba a ser relocalizado a algún lugar de asia mientras los precios de la vivienda no paraban de subir, dejando sus barrios llenos de pobreza con una juventud totalmente expuesta a la cultura de la delincuencia.
Mientras la gran pantalla mostraba a Rambo ayudando a los mujaidines Afganos a librarse del yugo comunista, las calles de los grandes centros industriales se llenaban de narcos y bandas criminales. Bajo esta situación es que surgió la figura del antihéroe que reflejo la imagen de los hombres comunes que todos los días debían luchar para mantenerse vivos en un ambiente capitalista hostil dominado por la codicia y el crimen.
Un detective suelto en Hollywood (Beverly Hills Cop -1984-) es una de las mejores personificaciones del género del antihéroe de la década de 1980, protagonizado por Eddie Murphy, un actor llegado desde el mundo de la comedia con un physique du role mas cercano al trabajador promedio norteamericano que al de un superhéroe de acción tradicional.
La historia presenta a Axel Foley, un policía de Detroit, la capital del extinto centro industrial nortepamericano que debe ir a Beverly Hills, la capital de la riqueza del star system de Hollywood a resolver un caso un poco sacado de la galera pero que ejerce como MacGuffin ideal para mover la trama entre los dos universos propuestos. Es decir entre el real y el hollywoodense.
Beverly Hills Cop es una fábula muy simple y efectiva, que podría ser el programa piloto de la guerra cultural que la nueva derecha propone: las personas reales que habitan el centro norteamericano deben ir a la costa oeste a mostrarle a esos socialistas de hollywood cual es la realidad de la américa profunda.
El resultado, sin embargo, es sorprendentemente bueno, apoyado en el carisma de Eddie Murphy y una pegadiza banda sonora a la altura de los grandes hits de los 80, Beverly Hills Cops se convirtió en la segunda película mas taquillera del año, superada solo por Los Cazafantasmas.
Con el éxito llegaron también las secuelas en 1997 y 1994, pero con cada entrega el espíritu de confrontación entre las dos realidades norteamericanas se fue perdiendo a medida que la franquicia se fue aburguesando, ocasionando que la cuarta entrega pasara a ser una idea que ningún ejecutivo de estudio tenía en mente.
O por lo menos ninguno hasta que el algoritmo de Netflix se dió cuenta que todavia habia un poco de jugo con sabor a nostalgia para exprimir de esa naranja, así que sacó de la jubilación al viejo elenco Beverly Hills Cop, Eddie Murphy a la cabeza, a los que sumó a otro gran representante de la década de los 80, Kevin Bacon, para asumir la piel del malo muy malo de turno.
El resultado llega con una duración de 117 minutos que acierta en la adición de Joseph Gordon Levitt y Taylour Paige como partners de aventuras de Alex Foley, ya que aportan una limitada mirada juvenil sobre los viejos gags. Lamentablemente el guión falla demasiado en entender lo básico ya que la irreverencia del detective suelto en Hollywood brilla por su ausencia y aparece más como un meme de lo que alguna vez fue.
La historia de Beverly Hills Cops Alex F es demasiado simple y sin lugar para las intrigas: la primer aparición de Kevin Bacon ya lo muestra que es un policía corrupto infiltrado asesino jefe mafioso, por lo que resulta un poco redundante toda la investigación policial que la trama propone, dejando para el espectador el único entretenimiento de algunas acertadas persecuciones, donde sin lugar a dudas se destaca la del helicóptero y no por su nivel de acción sino por no tomarse muy en serio a sí misma.
¿Vale la pena ver Beverly Hills Cops Alex F? Si viste las originales, te gustaron y necesitas tu dosis de nostalgia, renová tranquilo este mes tu suscripción y dale un poco de atención a Netflix, pero solo por este mes y por Eddie Murphy. Que quizás así se anime a jugarse un poco más para la próxima vez.