Las películas de tiburones son en sí mismas un género, desde que Steven Spielberg estrenó el primer blockbuster de la historia con Jaws (1975), las películas dedicadas a los escualos son casi omnipresentes en todas las vertientes del cine de género.
Si bien no podemos comparar a los tiburones mutantes gigantes con los clásicos Kaiju de los films japoneses, podemos decir que su significado es casi homologo: la naturaleza revelándose contra la actividad humana. El horror lovecraftiano, con un humano que se entiende como un simple animal que no termina de controlar la evolución natural. En estas películas los monstruos son las consecuencias de la codicia humana.
Ya sean en películas de acción como Megalodon o Clase B como Sharknado los tiburones ocupan el lugar de arma en la venganza de la naturaleza contra un hombre que trata de dominarla: Los tiburones son mortales y no existe forma de enfrentarlos sin que la vida se ponga en riesgo.
La diferencia, sin embargo, con las grandes producciones Kaiju se encuentra en el mismo ADN de Jaws, cuando Steven Spielberg nos dijo: está bien, no entendemos la naturaleza y debemos hacernos cargo de los monstruos que nosotros mismos creamos. Pero es necesario que eso sea deprimente? No podemos vivirlo como una gran aventura? Entiendo que a Greta Thumberg esto no le da mucha gracia, pero el público acompaña en masa estos espectáculos con tintes gore en los que el héroe de turno vence al malvado tiburón y la sociedad entiende que debe reciclar las botellas de gaseosas.
Comprender la simplicidad de la fórmula de las películas sobre tiburones mutantes es uno de los grandes méritos de la nueva película Netflix, Under Paris (2024) del director Xavier Gens, conocido por películas como Hitman (2007), Lady Blood (2009) o Crucifixión (2017).
Under Paris presenta a Sophia (Bérénice Bejo), una bióloga marina experta en tiburones, quien no duda en enviar a toda su tripulación de investigadores, incluido el amor de su vida, a extraer una muestra de la piel de Lilith, un escualo mutante gigante. Sin embargo, Lilith, que claramente odia las jeringas, convierte a los científicos buceadores en su brunch y casi arrastra a la misma Sophia hasta el fondo del mar.
No es casualidad que toda la escena ocurra en medio de la isla de plástico que flota en el Océano Pacífico, alimentada diariamente por la basura que la actividad humana arroja al mar y que todos parecemos olvidar que existe.
La historia avanza hasta el presente, a París. Que la historia no transcurra en la habitual ciudad costera de Estados Unidos la da a la película un enfoque urbano y hasta claustrofóbico, la acción no se desarrolla en un inmenso mar abierto sino entre los esqueletos de las catacumbas de la llamada ciudad del amor. Este es el mayor acierto de Xavier Gens en Under Paris, llevando un mensaje claro: mientras la sociedad se festeja a sí misma bajo el sol, se olvida que bajo sus pies se encuentran los esqueletos de toda la muerte generada por el progreso.
En esta oportunidad la celebración son las polémicas Olimpiadas París 2024 que la alcaldesa de París, como todo politico de peliculas de horror, trata de realizar tapando la monstruosa amenaza con un dedo, mientras que un grupo de hackers justice eco warriors tratan de salvar a los tiburones a pesar que Sophie les advierte que no es buena idea.
Para los activistas salvar a los tiburones #salemal y todos los integrantes del colectivo de simpatizantes ecologistas son devorados, demostrando que la película no se toma a sí misma muy en serio, despreciando las agendas inclusivas que tan de moda estan en Hollywood. Mientras las partes de cuerpos vuelan por la pantalla nos damos cuenta que todos los estereotipos de representantes de minorías mueren por torpezas simples como si de una película de Troma se tratara.
Encontramos aquí una de los puntos débiles de Under Paris: la cantidad de referencias a películas (como Piraña 3d) o al estilo narrativo de las ochentosas películas de monstruos juega una mala pasada y simplifica demasiado el guión, hasta el punto que no existen personajes con los que el espectador pueda identificarse. Los buenos son buenos y mueren comidos por los tiburones, los eco warriors son tontos y mueren comidos por los tiburones, los heroes se sacrifican sin razon y muerden comidos por los tiburones, los políticos se mueren comidos por los tiburones solo por ser políticos torpes y los militares hacen explotar todos por los aires, bueno porque a los militares les gusta primero disparar y después preguntar. Podemos sintetizar que el guion hace que los tiburones gigantes se alimenten a base de estereotipos de la llamada Guerra Cultural.
Under Paris (2024) de Xavier Gens es un producto que para los contenidos habituales de Netflix podemos decir que destaca, haciendo lo que cualquier pelicula de streaming debería hacer y que es nada más y nada menos que entregar exactamente lo que promete, en este caso un tímido mensaje ecologista y muchos, muchos tiburones comiendo gente en un festival de sangre blureado apto para ver con toda la familia durante la tarde del sábado.
Advertencia: el final de Under Paris es inesperado para este tipo de películas, digamos que como toda película francesa que se precie no acaba bien.