En un mundo cada vez más conectado, donde el entretenimiento en línea se ha vuelto una parte fundamental de nuestra vida diaria, me encontré frente a un desafío inesperado: perder Netflix. Debo confesar que durante mucho tiempo había compartido la cuenta de Netflix con mi hermana, pero recientemente la empresa decidió implementar restricciones basadas en la ubicación física, lo que me dejó con dos opciones: pagar mi propia suscripción o renunciar al entretenimiento fácil que brinda la plataforma.
Confieso que me resistí a la idea de pagar el abono, creyendo que podría encontrar alternativas de entretenimiento para llenar el vacío dejado por Netflix. Así fue que tome una decisión que pienso salomónica: no pagaría un nuevo abono hasta que mi cuerpo necesitara a gritos volver a ver una de las cutres películas que Netflix publica semanalmente.
Esta es la bitácora de lo sucedido hasta ahora.
Día 1: Recibo una notificación de Netflix informando que no me encuentro en la misma dirección que mi hermana, lo que significa que ya no podré usar su cuenta. Me dan dos opciones: pagar mi propio abono o dejar de disfrutar de Netflix. Decidí tomar la decisión de desintoxicarme de Netflix y enfrentar esta nueva realidad.
Día 2: Me doy cuenta que, no me gusta pagar Netflix que uso todos los días, pero pago un abono mensual a un gimnasio al que no voy nunca. Por lo que decido enderezar mi vida e ir al gimnasio donde quizás hasta pueda hablar con otras personas.
Día 3: Experimento dolores musculares debido a mi inexperiencia en el uso de los aparatos del gimnasio. Además, me doy cuenta de que las personas sanas solo conocen la serie Game of Thrones y hasta creen que terminó bien. Me desilusiono y decido que no vale la pena intentar relacionarme con ellas. Paso el día llamando a mis amigos, aquellos a los que mis maratones en Netflix dejaron en el abandono.
Día 4: Al comunicarme con mis amigos, me di cuenta que pueden catalogarse en tres grupos: los gamers que solo hablan de la placa de video de 1500 dólares que les gustaría comprar para jugar, los fans de las criptomonedas que solo hablan de la placa de video de 1500 dolares que les gustaría comprar para minar crypto y los que están casados/divorciados y solo hablan de la placa de video de 1500 dólares que les piden sus hijos y no pueden pagar porque... bueno porque en argentina nadie tiene 1500 dólares para comprar una placa de video. Por eso decido ingresar a una de esas plataformas de inversión y comprar acciones de la fábrica de placas de video, no tendré 1500 dólares para comprar una placa de video pero si puedo ser dueño de 3 acciones de la empresa que las fabrica. Elon Mask seguro me entendería.
Día 5: Me sorprendo al notar que mi cerebro se está recuperando rápidamente. Respondo correctamente preguntas sencillas, como cuántos huevos hay en dos docenas. Además, redescubro el placer de la lectura y me sumerjo en los libros de Stephen King, que resultan ser mucho más intrigantes y emocionantes que las adaptaciones publicadas en Netflix.
Día 6: No puedo dormir durante toda la noche debido a los efectos de los libros de Stephen King. Mi mente está plagada de imágenes aterradoras y me mantengo a, vigilando una sombra con forma de conejo que amenaza con convertirse en un vampiro dragón. Por la mañana, recibo un mensaje sospechoso en mi teléfono, donde le informan a mi paranoia sobre alternativas gratuitas a Netflix. Decido probarlas y me sumerjo en el mundo del streaming de telenovelas vintage y programas de televisión de acceso gratuito.
Día 7: Gane mucho dinero con las acciones de la fábrica de placas de video, por lo que me encuentro frente a la computadora con mi tarjeta de crédito en la mano, observando el formulario de registro de Netflix. Mi cerebro está sufriendo los efectos de la abstinencia, anhelando las series y películas que solía disfrutar, también extraño los dramas románticos coreanos donde no se dan besos. Estoy en una encrucijada, debiendo decidir si finalmente pago una suscripción o continúo explorando mi nueva vida.
La elección final está en mis manos. ¿Volveré a contratar Netflix y me sumergiré en su cutre catálogo, o seguiré explorando la vida fuera del streaming?