El atractivo de este policial francés oscuro, que fuera presentado como parte del colectivo de películas galas en el festival Les Avant Premiere celebrado en el patio Bullrich hace unos meses, no es tanto la historia en sí misma sino la manera en que su director Frédéric Mermoud estructura el relato estableciendo un corte en la línea temporal para que pasado y presente de los personajes involucrados confluyan hacia el desenlace del film.
Cuando en una película se revela de antemano al espectador el descubrimiento de un cadáver, sólo queda indagar a ese muerto que no habla para desentrañar la madeja que cubre su silencio. Pero si a ese detalle se le agrega el de un personaje que conoce el secreto más preciado -y tiene motivos para no descubrirlo- entonces el atractivo de ese crimen irresuelto se multiplica por partida doble, más aún si es que esconde el secreto no es otro que el propio investigador de la muerte de aquel cadáver misterioso.
Así las cosas, las primeras imágenes de Cómplices nos muestran al policía Hervé Cagan (Gilbert Melki) completamente abstraído del clima festivo de un cumpleaños de una nena de unos 10 años aproximadamente. Acto seguido, el cuerpo de un joven flotando con señales de estrangulamiento que rápidamente lo conectan con la prostitución y una cartera de clientes a quienes engaña con su edad para alimentar la fantasía de pedofilia de cada uno de ellos. Sin embargo, Vincent (Cyril Descours), el cadáver misterioso, entabla una relación amorosa con una joven llamada Rebeca (Nina Meurisse), a quien conoce en un ciber café y de cierta forma convence para que forme parte del negocio cuando de tríos se trata. Pero para la policía y compañera de Hervé, Karine Magin (Emannuele Devos), no todo termina en Vincent y en el esclarecimiento de su muerte sino que hay algo más profundo detrás de su asesinato: la desaparición fugaz de Rebeca, su novia.
Con un ritmo ágil y una estructura narrativa que posibilita a una trama sencilla abrirse camino en distintas direcciones para abordar de manera tangencial el submundo de la pedofilia; la doble moral burguesa y los ímpetus de la adolescencia, Cómplices (2009) es un interesante producto de género y un buen retrato psicológico sobre la condición humana, sus perversiones, debilidades, deseos y angustias.
A veces los muertos no hablan pero su silencio alcanza para que sean escuchados, igual que los niños que son sometidos por los adultos cuando el deseo no tiene límites.