"Yo, Ennio Morricone, he muerto. Lo anuncio a todos los amigos que siempre han estado cerca de mí y también a aquellos que están un poco lejos, a los que saludo con gran afecto”
En la ciudad de Roma, donde nació, fallece esta madrugada, tras una caída que le provocó una fractura de pelvis, el compositor Ennio Morricone a los 91 años. “No quiero molestar”, dice la misma carta, en referencia a que desea un funeral privado, solo para familiares. Íntimo. Esa misma simpleza y humildad lo caracterizó toda la vida. Una persona alejada de los grandes lujos, de perfil bajo, que ponderaba a la obra sobre el artista.
Morricone siempre decía que una partitura musical debía acompañar las imágenes y no viceversa, por eso odiaba que incluyeran sus temas en otras películas, no le gustaba que lo citaran, y tampoco era muy afecto a los homenajes gratuitos. Cuando Morricone componía un leit motiv para un film, lo hacía pensando específicamente en las imágenes que veía. Un sonido perfecto para una imagen o escena particular. Así de simple. No le gustaba que Tarantino incluyera sus temas clásicos en otras películas a modo de tributo. Tampoco disfruto componer la banda sonora de “Los 8 más odiados”, por la que ganó el único Oscar de su carrera. Ya había recibido uno, tardíamente, como reconocimiento a su trayectoria, presentado por Clint Eastwood, pero el de el film de Tarantino fue el único por una banda de sonido original. “No me conmovió ganar el Oscar. Estaba dolorido por estar sentado durante tanto tiempo. Tuve terribles problemas de espalda, tanto por el avión como por la ceremonia. Así que, como mucho, tenía una cara complacida, porque sabía que pronto podría abandonar ese aburrido evento. Ya no tengo más ganas de viajar a la espantosa América, con sus pomposidades y esa vergüenza que son los Oscar”.
Egresado del Conservatorio musical de Santa Cecilia, en Roma, comenzó a componer bandas de sonido en 1960. Su primer film fue “Muerte de un amigo”, de Franco Rossi, con historia de Pier Paolo Pasolini. Sus primeros trabajos fueron para comedias populares, varias de ellas de un joven Lucio Fulci, que después fue sinónimo del giallo, aunque también trabajó en los primeros dramas de Lina Wertmuller y Bernardo Bertolucci. Pero la primera composición memorable fue con un compañero suyo del colegio primario: Sergio Leone, que lo llamó para crear la banda sonora de su segunda película, un western con Clint Eastwood llamado “Por un puñado de dólares” -1964-, remake de Yojimbo, inmortal obra de samurais de Akira Kurosawa.
Así comenzó una de las asociaciones director-músico más memorable de todos los tiempos, y que continuaría con las “secuelas”, “Por un puñado de dólares más”, y “El bueno, el malo y el feo”; “Érase una vez en el Oeste”, “Los héroes de mesa verde” y el opus final de Leone, “Érase una vez en América”.
Sin embargo, para Morricone, comenzó a mediados de los 60, una carrera increíble, que no solo incluyó a casi todos los westerns spaguettis -los mejores- de aquella inolvidable etapa del cine italiano -cuando no estaba él, se los encargaban al marplatense, Luis Bacalov- sino también la asociación con casi todos los realizadores de aquella generación trascendental. Desde Gillo Pontecorvo, Elio Petri, Giulano Montaldo hasta Dario Argento y Pasolini. En 1976 se reencuentra con Bertolucci para componer la hermosa banda de sonido de “Novecento”. El tema “Olmo y Alfredo” es una de sus mayores obras artísticas.
Asociado siempre al western, incursionó numerosas veces en el cine bélico como con “Masacre en Roma”, o “Mussolini, último acto”; en el de horror, ya sea con Argento, pero también con el británico John Boorman, en “El Exorcista. Parte 2”, o el maestro del género, y también compositor musical, John Carpenter -La remake de “La cosa de otro mundo”-.
Desde fines de los 70 compuso temas para series de televisión, y aceptó componer para films de Hollywood y franceses. Compuso los temas de El marginal y El profesional, míticas obras de acción con Jean-Paul Belmondo, y también de la trilogía La jaula de las locas. En Hollywood, además de Carpenter, otros realizadores que lo llamaron fueron el legendario Samuel Fuller -“Perro Blanco”-, Brian DePalma -“Los intocables”, impresionante banda sonora-, Terrence Malick -“Días del Cielo”, su primera nominación al Oscar-, Roman Polanski, Warren Beatty, Adrian Lyne, Mike Nichols, Barry Levinson, Oliver Stone y Roland Joffé, para quién compuso, una de las partituras más hermosas de la historia: “La Misión”, filmada parcialmente en territorio argentino. “Debería haber ganado el Oscar por esa música”, se lamenta.
A pesar que afirmaba que una buena banda de sonido no podía mejorar una mala película, es cierto que muchas de sus composiciones levantaban el nivel de muchas obras. Y es imposible no emocionarse recordando escenas de grandes títulos, sin asociarlas mentalmente a sus leits motivs. Como sucede con “Cinema Paradiso”, cuándo arrancó una excepcional relación junto al director Giuseppe Tornatore. Todo lo que hiciera posteriormente Tornatore, tendría la firma musical de Morricone.
No hay un estilo particular que Morricone no utilizara a la hora de componer, pero cuando uno escucha sus composiciones, sabe que son de él. La forma de utilizar los instrumentos de viento como flautas, obóes, armónicas, que parecen ser interpretados por personajes de las películas; las cuerdas que son objetos vivos que salen de la pantalla, la percusión que simula el traqueteo de carretas o caballos. "Vengo de un entorno de música experimental que mezclaba sonidos reales junto con sonidos musicales [...] Puede ver mi decisión como un factor distintivo o como una limitación. No creo que sea una limitación".
Como olvidar aquella corrida de Eli Wallach por el cementerio de “El bueno, el malo y el feo”, sin escuchar de fondo, la memorable “El éxtasis del oro”. La emoción en el cine de Leone provenía de también de los ojos de los personajes, de sus sentimientos más internos, y lo que no solo lograba expresar la cámara con esos zoom únicos a las pupilas de los intérpretes, que apenas emitían una lágrima en sus miradas, eran resaltadas por las notas de Morricone. Como con esos inolvidables primerísimos primeros planos de Henry Fonda, Charles Bronson y Claudia Cardinale en“Érase una vez en el Oeste” o las miradas a la distancia de Robert De Niro y James Woods en “Érase una vez en América”.
Admirador y defensor de la cultura italiana como pocos, fue tentado muchas veces en quedarse a vivir en Hollywood, pero él prefería seguir en su Roma, con su familia, que era lo más importante para él: su esposa de toda la vida, María, a la que deja con dolor, sus cuatro hijos y nietos. “Todos vamos a morir. No estoy particularmente asustado por eso. Lo que realmente me asusta es que si me voy antes que mi esposa, la dejaré sola, y viceversa. Lo ideal sería morir juntos”.
Ennio Morricone deja un legado inmenso para los amantes de la música y el cine. Los italianos están de luto. Los cinéfilos también. Se fue el maestro que afirmaba que todas sus composiciones eran como sus hijas.
“La música necesita espacio para respirar”. Ennio Morricone -1928-2020-