Hay propuestas que no se pueden describir con palabras. Solo hay que sentirlas. Entran por los nervios sensoriales, sacuden emociones internas. Son vibrantes, invocan el pasado y los sentimientos del espectador, lo conectan con su instinto y su cuerpo.
Un manifiesto es política, es amor y es arte. No hay una historia, el protagonista es uno, el protagonista es colectivo. El protagonista es ellos y ellas. Son ellos y ellos. Ellas y ellas. Cada viñeta de este espectáculo integrado por 19 actores en escenas y seis músicos tocando en vivo, es una lluvia de ideas. Ideas de cómo llevar el cuerpo y la voz por carriles diferenciados, de cómo se pueden acoplar y lograr un tercer sentido.
Como en el cine de Sergei Einsenstein, el mensaje lo crea el espectador en su propia cabeza. Es montaje intelectual llevado a escena. Es una fuerza que se lleva todo por delante, y la política está en romper barreras, pero no mediante la provocación sino a través del cuerpo y del arte.
El amor puede ser uno, el amor pueden ser muchos. El amor puede ser todo. Ese es el manifiesto que parece transmitir Titiniuk y elenco, detrás de cada coreografía colectiva. La confianza en un segundo o tercero, la violencia del día a día. La soledad, el engaño y desengaño, la convivencia con el otro que es el reflejo de uno mismo. El tiempo se detiene, el tiempo se expande. El tiempo muere.
Aunque todos estos conceptos abstractos suenen pretenciosos y arbitrarios, en el universo de Un manifiesto cobran lógica y coherencia visual.
Durante una hora, los artistas crean un evento impredecible y sorprendente, evocativo, nostálgico incluso, apoyado por una experiencia musical que mezcla, temas originales con clásicos de la Velvet y Venus in Furs.
Es cierto que Un manifiesto tiene muchos finales, pero que le dan al espectador la opción de elegir. Porque no siempre en la vida un puede seleccionar con que sentimientos quedarse, pero el espectáculo abre las posibilidades para que cada espectador transmita una emoción distinta con el cuadro vivo del que está siendo testigo.
Todos los artistas en escena quiebran las reglas y los sistemas, porque fueron hechos para destruirlos. Exteriorizar las sensaciones internas, poner el cuerpo al servicio de un bien mayor y comprender que cada individuo es solo una tuerca de un mecanismo completo que es más poderoso en forma grupal. Ser capaz de innovar y revolucionar, sin emitir una oración concreta, sino, quizás, solamente sonreir, llorar, enojarse, gritar, saltar, pedalear, levantarse, besar, amar al prójimo. El teatro es acción y movimiento.
Un manifiesto es un experimento que sale vigoroso y transmite, energía y paz, a fuerza de comprender que el intelecto y el cuerpo son uno, y que el talento para ponerlo en escena, es colectivo.
ESPACIO SÍSMICO Lavalleja 960 Entrada: $ 130,00 - Domingo - 21:00 hs - Hasta el 24/09/2017