Taylor Sheridan, guionista de Sicario, escribe Sin nada que perder, la nueva película del esocés David MacKensie – Amante a domicilio, El joven Adán- un thriller dramático, una road movie con influencia del crudo e irónico western australiano y el cine indie de los años 60.
Sin nada que perdernarra la historia de Toby y Tanner, dos hermanos –interpretados respectivamente por Chris Pine, en el trabajo más contenido, introspectivo y profundo de su carrera, y Ben Foster, ya encasillado como el actorborder, ideal para personajes desequilibrados- que se proponen cometer tres robos por día durante una semana, a una misma cadena de bancos.
Si bien los actos criminales son rápidos, y Toby, intenta que no sean violentos, la actitud rebelde e impetuosa de Tanner, provocan que el comisario local – Jeff Bridges, físicamente más parecido a su padre Lloyd, y con un carácter similar a los que viene haciendo desde El gran Lebowskihasta Loco corazóny Temple de acero- se interese por el caso y comience a perseguirlos, acompañado de su asistentemestizo, descendiente de mexicanos y aborígenes, con quién entabla una singular relación que manifiesta el racismo cotidiano de los estadounidenses.
Al igual que en Sin lugar para los débiles –el multipremiado film de los Coen- Sin nada que perder comienza a desvirtuar el género para convertirse en un reflejo sobre el corazón de lo Estados Unidos. Texas: una sociedad cuyos habitantes todavía conservan costumbres del siglo XIX –cabalgar para trasladarse, uso de sombrero, portación de armas-y así mismo, el film desnuda el desempleo y la miseria económica que vive su comunidad. En este contexto de decadencia social, los protagonistas pasan de ser villanos a antihéroes, una suerte de Robin Hoods contemporáneos o justicieros sociales.
Al igual que sus dos principales competidoras en el rubro mejor película – La La Landy Luz de luna- Sin nada que perder comienza con un elaborado plano secuencia que introduce al espectador al instante en el micromundo y la acción. Edificios viejos, personajes secundarios pasivos pero de armas tomar. La violencia está presente y latente de principio a fin.
Después de los primeros asaltos, el ritmo decae necesariamente para desarrollar las subtramas, los microconflictos y las relaciones entre los personajes. MacKensie elige un tono y climas que no difieren demasiado de los hermanos Coen –especialmente Sin lugar para los débiles y Fargo- pero dotando a sus personajes con una humanidad o conciencia difícil de encontrar en la filmografía de los directores de Simplemente sangre.
Si bien existe cierta caricatura de los miembros de la sociedad que conectan con el pintorequismo de los Coen, Mackensie evita juzgar el accionar de sus protagonistas. A pesar de la oscura visión de la realidad que el guión de Sheridan decide reflejar, el film termina con un punto de vista optimista, una justicia extradiegética pero construida con coherencia e inteligencia. La ironía y el humor ayudan a dilatar la solemnidad de la propuesta básica, y las referencia al western son notables, especialmente en el magnífico duelo de miradas, muy propio de Sergio Leone, y está enfatizado por la banda sonora compuesta por Ni ck Cavey Warren Ellis.
Potente, ingeniosa, imprevisible y ajena a los lugares comunes del cine de Hollywood, Sin nada que perderes una propuesta intensa, inspirada por una notable dirección, un guión clásico pero con personajes modernos, y un elenco a la altura del sobrio resultado final.