Como todo líder de su talla, el
legendario Fidel Castro fue amado y odiado por igual, por un lado, por aquellos
que los consideraron un héroe y por el otro, por aquellos que sólo veían a él
un dictador.
Desde que decidiera emprender el
derribo del antiguo dictador cubano Fulgencio Batista, que se concretó en 1959,
la figura de Castro empezó a convertirse en mítica. No sólo lideró la
revolución cubana, sino que su accionar se extendió por toda América Latina,
desafiando y enfrentado la hegemonía de los Estados Unidos, asumiendo en 1961
su condición de marxista-leninista, tras los ataques estadounidenses a aeropuertos
militares cubanos, y el desembarco en Playa Girón y Playa Larga -en la Bahía de
Cochinos- repelido por fuerzas cubanas. Los efectos del enfrentamiento entre
ambos países, aún se sienten en la isla, luego de que Washington decidera
imponerle un embargo comercial, económico y financiero en octubre de 1960.
También ocasionó la expulsión de Cuba de la OEA en 1962.
Uno de los hitos que tuvo a Castro
como principal protagonista, junto a John F. Kennedy y Nikita Kruschev fue la
crisis de los misiles soviéticos emplazados en la isla, en octubre de 1962, en
la que Estados Unidos y la Unión Soviética estuvieron a punto de comenzar una
guerra nuclear por Cuba. Uno de los episodios más peligrosos de la guerra fría.
El poder de Castro empezó a menguar
con la caída de la Unión Soviética en 1991, lo cual privó a la isla de un trato
preferencial no sólo de Moscú sino también de todos los países que hasta
entonces estaban bajo su órbita, aunque conservó una influencia muy importante sobre
la política de varios países latinoamericanos hasta el presente, entre ellos
Venezuela, Ecuador, Nicaragua y Bolivia, principalmente.
Los problemas de salud lo llevaron a
abandonar las funciones oficiales en 2011 y no el poder, que compartió con su
hermano Raúl que lo sucedió en sus funciones gubernamentales. Habrá que esperar
para saber si su hermano, huérfano de la tutela de Fidel podrá conservar su
legado o realizar algunos cambios que el líder cubano ahora fallecido no
hubiera aprobado
Quedan muchos detalles que podríamos reseñar
sobre su vida y su accionar político, pero basta con resaltar que su figura ya
es parte de la historia indeleble de toda América y el mundo, y más allá de
compartir o no sus ideas y acciones políticas, nadie puede negar que ha
desaparecido uno de los más grandes líderes de nuestro tiempo.
Quizás su muerte sea un guiño a la
historia, ya que el continente americano parece haber emprendido un giro hacia
la derecha, del cual Fidel no deseaba ser testigo. Asimismo, el triunfo de
Trump en los Estados Unidos avizora tiempos difíciles para Cuba y toda la
comunidad internacional, en un momento en que de la mano del saliente
presidente Obama se intentó mejorar las relaciones bilaterales, aunque luego de
su visita a Cuba, Fidel Castro expresó "No necesitamos que el imperio nos
regale nada”, una postal que sintetiza su pensamiento.