Recientemente volvimos a observar con preocupación y estupor la marcha 31 de las supuestamente auto convocadas mujeres en la Ciudad de Rosario donde nuevamente desmanes, violencia e intolerancia, marcaron el rumbo de la cita feminista.
Un encuentro de mujeres que representan menos del 0,2 % del padrón electoral del país y que son motorizadas por distintas fuerzas políticas nacionales e internacionales, en especial de la izquierda, por eso no llama la atención ver alentar con consignas a la dirigente Vilma Ripoll del MST.
Las mujeres se reúnen y son convocadas con fines loables, ya que hay que trabajar mucho en la sociedad para lograr la igualdad de oportunidades, pero son manipuladas por quienes impulsan la ideología de género -feminismo- y por quienes entienden que la lucha para destruir el sistema democrático hay que darlo en el terreno cultural, de allí el enfrentamiento a Instituciones como la Iglesia Católica, entre otras, que representa valores y principios muy arraigados en la persona humana en especial a lo que a la defensa de los derechos humanos esenciales se refiere, como por ejemplo la Vida, la Familia, la Libertad, la Igualdad, la Fe o respeto a las creencias, entre otros.
Una sociedad que ve desmoronar los valores del respeto a la vida, la familia, la igualdad, la libertad, las creencias religiosas, es una sociedad abierta a todo tipo de mal que la lleva a sucumbir en sus estructuras más fuertes que las mantienen sólida, y comienza precisamente allí la penetración ideológica e imperialista, terminando con la degradación de las personas en beneficio de una clase minoritaria y poderosa que entiende que el Estado será el que dará bienestar y futuro a todos desde un plano de IGUALITARISMO.
La igualdad que la mujer necesita en la sociedad, es la igualdad de oportunidades, en donde se la respete desde sus virtudes, defectos y especificidades para que junto con el varón lleven adelante los destinos propios y de la comunidad. No son necesarios los cupos ni las estigmatizaciones, y menos aún rebajarse a cuestiones básicas y cavernícolas, como desnudarse, agredir física e intelectualmente, desmerecer el cuerpo y el fruto de la concepción, para luchar contra la cosificación, degradación y desigualdad de la mujer. No es cosificándose ni peleando contra el varón como se conseguirán las cosas, sino por el contrario trabajando juntos, integrados.
No es precisamente desde la desnudez y maltrato del cuerpo propio femenino, siempre mal usado por el varón en un grado de cosificación para usar y vender, que se debe demostrar que la mujer es distinta y que merece igual trato.
El varón y la mujer son personas humanas, con idéntica dignidad y derechos, por ello no se entiende un enfrentamiento que genera esta nueva lucha de clases, la de género, del siglo XXI. Como en el mundo fracasó la lucha de clases que planteaban las izquierdas, ahora utilizan las luchas de género para intentar obtener lo que no pudieron conseguir en el siglo pasado.
Frente a esta lucha falaz a la que nos quieren llevar pequeñas minorías, pero poderosas económica y mediáticamente, debemos responder con firmeza proponiendo una sociedad sin violencia, integrados y con igualdad de oportunidades. Este es el verdadero desafío que tenemos en este siglo, conseguir que la mujer y el varón estén en un plano de igualdad en todos los ámbitos: culturales, sociales, económicos y políticos, pero dejando claro que ello no es igualitarismo, ya que la idoneidad, léase: capacidad, decencia, coraje, marcará las diferencias propias de la persona humana que le permiten por el mérito llegar a las grandes conquistas personales y comunitarias.
Para terminar recuerdo las palabras de quien fue dos veces premio Nobel a principios del siglo XX, en situaciones donde el machismo era asfixiante, la Dra. Marie Curie nunca he creido que por ser mujer deba merecer tratos especiales… de creerlo estaría reconociendo que soy inferior a los hombres, Y YO NO SOY INFERIOR A NINGUNO DE ELLOS. Ella se destacó como muchísimas otras, no pretendamos usarlas hoy para otros fines encubiertos.