En estos días se está impulsando un proyecto de ley por el cual se pretende establecer que los cargos partidarios y los cargos electivos deberían ser el 50% para varones y el 50% para mujeres, es decir se pretende establecer un igualitarismo forzoso por ley.
Estas propuestas surgen de tener concepciones machistas donde ven a la mujer como un ser inferior que necesita de la voluntad del hombre expresada por la ley para garantizarle protagonismo en la vida social y política de una comunidad, en este caso de la Nación Argentina.
Aún más, me animo a aseverar que estos intentos legislativos, de prosperar, colocan un límite al avance de la mujer ya que el techo de su participación es el 50%, puesto que de lo contrario afectaría el 50% que se reserva el varón.
La gran influencia y protagonismo que está tomando la mujer en la vida social, política, cultural, científica, etc., en la Argentina y el mundo, está poniendo nerviosa a la clase machista de la política autóctona que ve peligrar su coto de caza donde supo vivir de los grandes negociados e indiferencia a costas del hambre del Pueblo.
Frente a este avance de mujeres como María Eugenia Vidal, Elisa Carrió, Graciela Ocaña, Malena Galmarini, Graciela Ocaña o Angela Merkel a nivel mundial, entre otras muchas prestigiosas y destacadas personalidades pero fundamentalmente decentes , buscan un artilugio para evitar que sigan ocupando espacios en desmedro de la clase varonil.
Las mujeres lograron, porque era necesidad en su momento histórico, tener un cupo femenino para participar en política, espacio de participación estrictamente masculina pero hoy esa situación se modificó. Las pruebas de la participación política del sexo femenino en la política está a la vista, varios presidentes elegidos por voluntad del pueblo por su capacidad, esfuerzo e inteligencia en Argentina y en el Mundo.
La actualidad se presta a una propuesta diferente, una proyecto que promueva la participación de la familia en política, ya no de la mujer solamente, a fin que todos puedan encontrar en la Política con mayúsculas un ámbito amigable de participación, encuentro y servicio al prójimo en la construcción del Bien Común.
Es un hecho absolutamente discriminatorio colocar un cupo de participación como techo, desplazando a otros sectores de la sociedad que quizás no se encuentran comprendidos dentro de esos dos 50%. La participación en la política debe ser ahora a través de un salto institucional de calidad, donde los partidos políticos tengan vida permanente y allí la familia toda pueda ir ocupando lugares de conducción y gestión fundados en sus capacidades personales y militancia, y no por una cuestión dada por la naturaleza accidentalmente.
La igualdad de oportunidades es la que debe primar dentro de las estructuras partidarias y para ello deben establecerse pautas legislativas que permitan que los partidos políticos y la gestión de los gobiernos tengan espacios de participación -horarios que se respeten de comienzo y terminación de reuniones, actividades complementarias para los menores mientras los padres participan, guarderías, servicio de comida, lugares confortables, transportes adecuados, seguridad en el traslado, etc etc etc-
Los cupos forzosos de participación son una afrenta a la memoria de tantas mujeres luchadoras en la historia de la humanidad como María, la madre de Jesús, la Madre Teresa de Calcuta, Juana Azurduy, Alicia Moreau de Justo, Alfonsina Storni, María Elena Walsh, María de Paz y Figueroa conocida como Mamá Antula La Peregrina de los Esteros, entre otras muchísimas mujeres que mostraron que es posible en un mundo de hombres hacer historia.
Hoy la impronta femenina se destaca y está humanizando la vida de la sociedad en todos sus aspectos, es injusto colocar un freno bajo la excusa de la participación cuando en realidad es un acto discriminatorio y limitativo de su merecida y bienvenida participación pública.
Carlos Traboulsi *Presidente del Partido Demócrata Cristiano de la Capital Federal; Presidente del Observatorio de la Familia Juan Pablo II; abogado y corredor inmobiliario.