El relato cinematográfico fue invento de un mago. Después que los hermanos Lumiere, inventaran la máquina con la que documentaron acciones cotidianas sacando 24 fotografías por segundo, generando la sensación de movimiento, el gran mago francés Georges Meliésconstruyó su propia cámara y empezó a experimentar contar breves historias fantásticas usando los mismos trucos que empleaba en el escenario, pero apoyado por la magia de la fotografía. Gracias a una cámara, podía transformar hombres en mujeres, de forma instantánea.
La magia regresa al cine –por decirlo en forma literal- con esta secuela del film de 2013 que combinaba el arte fantástico con la comedia, el subgénero de robos y la acción. El resultado era mediocre en la medida que gozaba de un guión menos ingenioso de lo que pretendía ser. Pero las interpretaciones del destacado elenco, así como los efectos especiales y el humor efectivo, proporcionaban un film medianamente entretenido. Louis Leterrier, realizador salido del pulmón de Luc Besson, le otorgó dinamismo a un guión muy explicativo y de fórmula.
Para esta secuela, los productores seleccionaron a Jon M. Chu, director estadounidense descendiente de chinos, cuyos antecedentes son un documental acerca de Justin Biever, y la segunda parte de G.I. Joe. El cambio de dirección no salta a la vista. Se trata de un producto visualmente tan acéfalo como un video clip o publicidad convencional. Lo que significa que el director solo cumple órdenes y evade sustanciar a la película de identidad.
Nada es lo que parece 2 resulta nada novedosa, pero al menos un poco más divertida que su predecesora. El secreto no está en el guión, firmado nuevamente por Ed Solomon, un veterano en la materia. Tampoco en los trucos narrativos, demasiado usados, y a esta altura, muy previsibles. No, lo que cambia es que habiendo presentado debidamente a los personajes en la primera entrega, acá se va directo a la acción, y por lo tanto, el film es más entretenido.
Después que el agente Dylan Rhodes - Ruffalo- develara su verdadera cara como maestro de magos, los jinetes –sin el personaje de Isla Fisher- entrenan para llevar a cabo su nuevo plan maestro, del que todavía Dylan no les proporcionó información. Al trío masculino compuesto por Daniel – Eisenberg- Merritt – Harrelson- y Jack – Franco- se suma una nueva maga: Lula –la simpática y talentosa Lizzy Caplan- que no tarda en integrarse como cuarta jinete. El golpe consiste en robarle un chip a un multimillonario presidente de una empresa de informática, que va a poder acceder a las cuentas de todo el mundo, al tiempo que promete un celular que cuida la privacidad. Si el tema no resulta llamativo es porque ese era el mismo McGuffin de la última Jason Bourne.
Una serie de engaños y desengaños llevan a los artistas de Nueva York a China. Allá descubrirán una trama más compleja que incluirá otro millonario – Daniel Harry Radcliffe, esta vez oponiéndose a la magia- y los enemigos del film anterior: Thaddeus – Freeman- y Arthur, el maravilloso Michael Caine.
Mezcla de sagas, por un lado La gran estafa y por otro Misión imposible, Nada es lo que parece 2 tiene muy poco para ofrecer con respecto a narrativa sólida. Escenas que se extienden más de la cuenta con coreografías que aportan poco al final, y otras muy dialogadas, redundantes y explicativas es el as bajo la manga de Chu en esta secuela.
Por suerte, el relato es bastante atractivo y atrapante: humor, acción y aventura se unen en un film donde brilla una puesta moderna, un montaje videoclipero y grandes actores, en personajes que le quedan cómodos. Sin dudas, el mejor del elenco es Woody Harrelson, que además cumple doble rol. El resto se limita a cumplir con el personaje.
La narración proporciona algunos giros medianamente sorpresivos, pero la audiencia no es tonta ni nació ayer. Aunque se disfrace de una estética contemporánea, todos los trucos son viejos. Esto no significa que deje de ser efectiva ya que se puede disfrutar sin demasiadas pretensiones.
Nada es lo que parece 2, un truco del siglo pasado, más antigüo que el propio Meliés, pero mucho menos ingenioso. Distracción pasajera y no mucho más. Nada por aquí, nada por allá.