Después que Christopher Nolan abandonara la saga del Caballero de la Noche, protagonizado por Christian Bale, las adaptaciones cinematográficas del universo de DC a la pantalla grande no tuvieron los resultados que se esperaban.
Ni Watchmen o Linterna verde tuvieron la repercusión deseada, tampoco Hombre de acero. Se habla de un complot pero, si hay que ser honestos, la decepción no es culpa de los críticos, ni siquiera de un grupo de fanáticos de Marvel. Cuando un guión no funciona y las pretensiones de los realizadores son demasiado estéticas o demasiado solemnes, el público no se engancha. Y mucho menos, si la fórmula de la competencia es la opuesta, apostar por el humor, por un lenguaje más coloquial y cercano al espectador, menos pensada con respecto al armado estilístico de cada escena, prestando menor atención a colores, efectos de post producción que le podrían dar a cada producto su propia identidad.
Marvel con Iron Man, Capitán América y Los vengadores hizo paquetes. Jon Favreau, Joss Whedon y los hermanos Russo, unieron criterios. No significa que cada película posea su propia identidad, pero es menos evidente que en los casos de Snyder o Nolan.
Ahora bien, el meticuloso trabajo narrativo que hacen los hermanos Nolan cuando escriben se traduce visualmente. A Snyder le importa poco y nada el guión, la verosimilitud de los diálogos, el carisma de los personajes y mucho menos, la dirección de actores. Y el opus del fracaso fue Batman Vs Superman: el origen de la justicia. No solo fue un relativo fracaso comercial –hizo más de 300 millones de dólares solo en Estados Unidos, pero se esperaba más- sino que decepcionó a críticos y muchos fans.
Con El escuadrón suicida, se esperaba corregir el error. Contrataron a un director bastante incorrecto como David Ayer, especializado en policiales suburbanos y marginales –pero que no hizo un mal trabajo con la subvalorada Corazón de hierro, un relato bélico durante la segunda guerra mundial- y sin embargo, Ayer, que empezó su filmografía como guionista, no le encontró la vuelta al cómic.
La idea es atractiva. Amanda Waller – Viola Davis- propone crear una banda compuesta por villanos con poderes especiales para contrarrestar a posibles invasiones extraterrestres. ¿Qué pasaría si Superman decidiera secuestrar al presidente, si Superman fuera villano?
El guión escrito por el propio Ayer, describe como uno de estos supervillanos se convierte en amenaza y por lo tanto, los restantes deben enfrentarlo. Sin embargo, manejar un grupo de inadaptados no es tan fácil, ya que ninguno quiere estar bajo las órdenes del gobierno, y mucho menos trabajar en equipo.
Si la historia hubiese sido solamente esta, posiblemente el film gozaría de mayor fluidez. La primera media hora es presentación de los personajes. La historia de cada uno de ellos, desarrollando principalmente a Deadshot –Will Smith- Harley Quinn –Margot Robbie- y Diablo – Jay Hernández- con una importante presencia Rick Flagg – Joel Kinnaman- y June Moone –Cara Delevigne-, el resto tiene mucho menos desarrollo. La disparidad en la profundidad que se le da a cada personaje –hay un par que aparecen y desaparecen arbitrariamente durante el desarrollo- se traduce en la disparidad de las interpretaciones. Solo Smith, Robbie y Davis se destacan mínimamente.
Los microconflictos morales tienen un rol fundamental en el desarrollo de la trama, pero son demasiado obvios y discursivos. ¿Somos malos o nos vamos al lado opuesto?.
En el medio de esta indecisión, que también se trasluce como indefinición narrativa, surge una subtrama completamente descolgada: el Joker –o Guasón- interviene en la acción con un propósito banal. No es culpa de Jared Leto, que intentó crear una imagen diferente a la de Heth Ledger o Jack Nicholson, sino del rol que Ayer le dio en el montaje final. No solamente su participación prácticamente no modifica la narración principal, sino que además la interrumpe gratuitamente. La tensión se disipa y el ritmo decae cada vez que el personaje ingresa en pantalla.
Aún con todos los agujeros en la narración imaginables, la película termina siendo mucho más entretenida y divertida que Batman Vs Superman. Es un acierto que Ayer priorice el humor y el carisma de sus principales intérpretes para generar empatía y disminuya la solemnidad, así como los momentos sentimentales. El film es entretenido y las escenas de acción la convierten en un producto aceptable. Sin embargo esto no es suficiente para esconder los problemas con el guión, y los múltiples tironeos de intenciones de los productores y el realizador.
Los guiños para los fans resultan forzados, aunque menos confusos que los de los films de Snyder. Escuadrón suicidase transforma en un monstruo Frankenstein que ni tan bien ni tan mal, aterriza en la cartelera para desafiar las expectativas de los fanáticos, quiénes tendrán la opinión definitiva sobre el futuro del universo DC.