Resultaría estéril un abordaje desde el punto de vista ideológico para esta película de acción del director John Erick Dowdle ?Cuarentena, 2008-, protagonizada por un Owen Wilson alejado de sus registros habituales en el género de comedia, que funciona bajo el mecanismo de lavado de culpas habitual en Hollywood, bajo el pretexto de la lucha por la supervivencia de una familia norteamericana en medio de un conflicto social en un país del sudeste asiático.
Los Dwyer, familia integrada por esposa ?Lake Bell- y dos niñas pequeñas - Sterling Jerins y Mikayla Friend- llegan, no en calidad de turistas, sino por las obligaciones laborales del protagonista, Jack Dwyer ?Owen Wilson-, un ingeniero que trabaja para una empresa norteamericana que tiene por negocio la provisión de agua potable y como pantalla a la multinacional que busca enriquecerse con los recursos naturales de este país del cuarto mundo, a expensas de los flagelos sobre su población. La tranquilidad familiar rápidamente se ve interrumpida por un violento golpe de estado en la que un grupo guerrillero asesina al gobernante de turno, implanta el caos y terror en las calles, con tendales de muertos, y acomete sanguinariamente contra todo turista que se cruce por el camino.
Sin escape opera bajo la asociación de equiparar a los civiles con el derrotero de la familia norteamericana y así justifica que dentro de la lucha por sobrevivir a la matanza calculada de los guerrilleros cualquier fin justifique los medios. Bajo esta lógica, son los poderosos los culpables de las atrocidades en el país, así como responsables de sembrar las condiciones de inestabilidad social y política para hacer aún más fácil el control sobre todo el país debilitado.
La pericia del director John Erick Dowdle se refleja en las escenas de acción, en secuencias bien cronometradas y coreografiadas, con altas dosis de adrenalina, que se complementan cuando el relato trepidante busca un respiro y acude a la parte dramática en la que se destaca la entrega de un elenco ajustado que hace creíble el drama familiar y, mucho más aún, el peligro de caer en manos enemigas y morir de la manera más cruel.
Owen Wilson no sólo pone la emoción sino que también el cuerpo, confirma su capacidad de adaptación cuando no se trata de comedias como ya lo hiciese en Marley y Yo -2008-, vuelve verosímil su derrotero infernal en tierras extranjeras y se acopla a la perfección con el mejor personaje secundario del film en la piel de un siempre listo Pierce Brosnan en el rol de Hammond, una suerte de funcionario secreto al servicio de intereses que tiene alguna vinculación con los hechos acaecidos en pantalla.
Si bien la trama es lineal y un tanto esquemática, Sin escape no deja de ser un entretenimiento eficaz, atractivo y verosímil siempre que el público acepte con ojos cerrados la idea de un padre devenido héroe sencillamente por provenir de Norteamérica.