El cine se origina en la mirada y las miradas son múltiples. Hay tantas miradas como espectadores posibles. El realizador, como demiurgo, es el mediador entre dos mundos, el de su experiencia y el de quienes como espectadores van a compartirlo. El mundo que transmite no es el mundo que ve sino el que siente. He ahí la mirada del Autor.
El director Tomás Lipgot tiene esa mirada, lo demostró en su anterior filme El árbol de la muralla -2012- y en toda su coherente filmografía -que comienza con Ricardo Becher recta final, 2010-.
Vergüenza y respeto,ambos pilares de la ley gitana, una ley oral no escrita, narra la historia de la familia Campos, unos gitanos que viven en el conurbano bonaerense, y el film logra que, poco a poco, el espectador vaya conociendo fragmentos de la historia de la etnia, sus orígenes, las persecuciones y su diáspora. De esta manera, casi sin darse cuenta, se derrumban las paredes y quien mira pasa a formar parte del peculiar clan, comparte el embarazo de una madre primeriza, asiste a fiestas y reuniones, conoce sus ideas y costumbres y se enfrenta irreversiblemente con la muerte. Lipgotes un innato descubridor de personalidades, como ocurría con Moacirquien se recortaba en la excelente Fortalezas -2010- y tendría su propio filme en 2011, aquí se recorta Joel, un real niño gitano de Vergüenza y respeto.
El carácter nómada de los originarios gitanos ha hecho que se acostumbren a las tiendas. En sus hogares han abolido las paredes, los espacios son amplios, parecen no tener lugar para la privacidad. Esa unión interna es la que contrasta con el exterior ya que quedan muy separados de los que no pertenecen al clan. No hay paredes desde el interior pero hay una muy gruesa -otra Fortaleza a derrotar por Lipgot- que los separa de la cotidianeidad mundana.
Ser gitano no es fácil, es más fácil decirlo que serlo, dice uno de los entrevistados y es una frase que queda en el espectador al igual que el diálogo sobre el servicio militar que tiene el niño Joel con el adulto donde se grafica esa dificultad. No es fácil y cada vez parece complicarse más por las costumbres, la mujer acepta su papel como lo ha hecho siempre, están escolarizados en un mínimo porcentaje, los niños juegan con armas de aire comprimido, etc.
Tomás Lipgot es dueño de una mirada tan sensible como particular. De la misma forma que los gitanos han quitado las paredes, él hace lo mismo entre el espectador y el seno del clan, los convoca a integrar la gran familia.
La banda de sonido de la vida de estos maravillosos seres es el flamenco y su derivado, la rumba flamenca, con palmas, cajones flamencos y alguna que otra letra pícara.
Tal como sucede con un buen libro, que al finalizar su lectura se incorpora en nuestro interior, estos hombres y mujeres de todas las edades, continúan con su festejo en el mundo interno de cada uno. El festejo no es truncado por la muerte, muerte y vida van en ese orden así como los términos Vergüenza y respetoesperan de cada uno la comprensión del significado.
Vergüenza y respeto es, sin dudas, otra muestra de la filmografía de Lipgotpara disfrutar.