Fiel y coherente desde sus propuestas cinematográficas, el director José Celestino Campusano escarba con su singular mirada y renuncia explícita de todo tipo de artificio en otra tragedia que esta vez excede las locaciones del conurbano para desplazarse por Marcos Paz; para rozar elementos de género -policial, drama, romance- que la propia realidad sin filtros expulsa con la misma ferocidad que sus películas y personajes extraídos también de esa antropología urbana tan característica de su cine.
José Celestino Campusano presenta una galería de personajes - la mayoría no actores- como el sicario despiadado que se encuentra con la policía en un basural, el proxeneta que se enamora de su última adquisición en el burdel, una mujer casada con un comisario que por venganza a sus cuernos decide vender su cuerpo no por necesidad sino por una mezcla de placer y autodestrucción, elementos dramáticos que hacen de este coro un repertorio elocuente que mixtura prostitución, ajuste de cuentas, lealtades, historias de amor y despechos, con diálogos que a veces escapan por las hendiduras del cine en bruto, pero que se incrustan como cuchillos en el espinazo de los silencios, donde las balas cuando zumban duelen tanto como esos amores no correspondidos o las traiciones de los mejores amigos.