En un espacio similar al de una casa rodante cohabitan tres mujeres y, otra vez, como en tantas obras de Claudio Tolcachir, las soledades de los personajes van entrelazándose en el andar de la pieza.
La escenografía de Gonzalo Córdoba Estevez determina un espacio cargado de objetos, tantos objetos como las cargas que los personajes transitan.
¿Qué les pasa a estos personajes? ¿Qué quieren? ¿Qué necesitan?.
A pesar de la cantidad de preguntas planteadas carecen de voz as respuestas ya que el diálogo como recurso no prevalece en la obra y la comunicación entre estas tres mujeres va concretándose hasta que, por momentos, aparecen dudas sobre el hecho teatral en si mismo.
De todas formas, se ve en escena el trabajo de experimentación colectiva y es factible que esto tenga que ver con la escritura y la dirección conjunta, un gran y atractivo desafío de Claudio Tolcachir, Lautaro Perotti, Melisa Hermida y Paula Ransenberg, talentosa y voluble como siempre.
Daniela Pal interpreta a una paciente psiquiátrica en recuperación, se muestra verosímil y con gran plasticidad corporal mientras la atractiva Marta Lubus interpreta impecablemente a una cantante venida a menos, una especie de Nina Hagen.
Joaquín Segade se encarga de la música en vivo y ubica al espectador en un terreno intimista. Excelentes intervenciones en momentos de tensión, risa, tristeza, como si a cada sentimiento le correspondiera un sonido.
Como la dínamo, estas mujeres transforman su energía todo el tiempo. Se reconocen, coexisten, se miran, convergen en una misma y en el otro. Como si fueran una máquina. Todo con tal de sobrevivir.